En ese marco tras el triunfo de La Libertad Avanza en las elecciones legislativas  el Presidente Javier Milei encabezó una reunión en el Salón Eva Perón, luego de las modificaciones en su equipo de la que participaron Además de Milei, Petri y Santilli, formaron parte del encuentro el nuevo jefe de Gabinete, Manuel Adorni; el canciller Pablo Quirno; el director del Banco Central, Santiago Bausili; el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem; la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei; la secretaria de Legal y Técnica, María Ibarzabal Murphy y el asesor Santiago Caputo.
En ese contexto la escena fue contundente: el Presidente entra sonriente, levanta los brazos, abraza, saluda y celebra. Puertas adentro, aplausos. Puertas afuera, bronca, angustia y desilusión.
No hay nada para festejar.
No en un país donde la comida se paga en cuotas, donde las jubilaciones se licúan, donde las universidades agonizan y un hospital símbolo como el Garrahan advierte que no puede sostener su función social si se profundizan los recortes.
Mientras el Gobierno festeja, la Argentina real se hunde entre despidos, pymes al borde, inflación persistente, tarifas impagables y una recesión que pulveriza lo que queda del poder adquisitivo.
Y como telón de fondo, la soberanía nacional en juego.
Porque mientras se aplaude en los salones oficiales, el Gobierno vuelve a golpear las puertas del Fondo Monetario Internacional, aceptando condiciones, supervisiones y presiones que históricamente han hipotecado el destino del país.

Como si no bastara, la agenda incluye reformas laborales que buscan retroceder décadas en derechos conquistados, atando el futuro de los trabajadores a la precarización y la dependencia del mercado externo. Un país más barato para los de afuera, más duro para los de adentro.
No es solo un ajuste económico.
Es un ajuste de identidad, de dignidad, de soberanía.
El festejo oficial, lejos de ser un signo de fortaleza, expone una peligrosa desconexión. Mientras la dirigencia oficial levanta brazos en señal de victoria, el pueblo levanta la voz para pedir nada más que lo básico: trabajo, dignidad, educación, salud y futuro.

🟥 Recuadro: País que se defiende, derechos que retroceden
Endeudamiento creciente y dependencia del FMI
Recortes a universidades: ataque al conocimiento nacional
Hospital Garrahan en alerta: se toca la salud de nuestros chicos
Jubilados sin aumentos reales, condenados a la pobreza
Reforma laboral para flexibilizar, no para progresar

    Recuadro: Soberanía en disputa
Supervisión económica internacional sobre decisiones nacionales
Ajustes dictados desde afuera, sufridos por adentro
Desindustrialización y mano de obra abaratada
Recursos estratégicos negociados bajo presión financiera
> Un país que entrega su capacidad de decidir, deja de ser país y se convierte en territorio administrado.

    Lectura final
Cabe señalar que este festejo no simboliza éxito: simboliza desconexión, soberbia y desprecio por el dolor social.
Aplauden donde deberían pedir disculpas.
Celebran cuando deberían escuchar.
Brindan por un país que solo existe en los discursos, no en las calles.
Si hay algo que defender hoy no es un modelo económico:
es la Argentina misma. Su gente, su dignidad y su soberanía.