Editorial:
Con la disolución del ANDIS, el Gobierno nacional cruzó una línea que debería avergonzar a cualquier sociedad que aún se pretenda justa. No se trata solo de cerrar un organismo: se trata de abandonar deliberadamente a las personas con discapacidad, uno de los sectores más vulnerables de la Argentina, que ya sobreviven mes a mes en condiciones extremas. El mensaje es claro y despiadado: el ajuste empieza por abajo.

Este 2025 quedará marcado como el año en que el Estado decidió retirarse de sus responsabilidades básicas. Tras la aprobación del Presupuesto 2026, comenzaron las disoluciones, los recortes y el desguace sistemático: ajuste sobre los trabajadores, sobre los empleados públicos, sobre la población en general, sobre las empresas, sobre las instituciones. Nada ni nadie queda al margen de una política que no distingue eficiencia de crueldad.

La Argentina avanza, día tras día, hacia una quiebra social catastrófica. No es una consigna opositora ni una exageración: es lo que se ve en los barrios, en los hospitales, en las escuelas, en las familias que ya no llegan a fin de mes. Mientras tanto, los únicos que parecen a salvo son los mismos de siempre: una dirigencia política desconectada de la realidad, blindada por privilegios y ajena al sufrimiento cotidiano del pueblo.

Lo más grave es que nada de esto es improvisado. Aunque hoy se intente negar, las conjeturas estaban sobre la mesa desde el inicio. Los paquetes de leyes, las facultades delegadas, la ausencia de reglamentos claros y el desprecio por el control democrático anticipaban este escenario. El tiempo solo confirmó lo que muchos advertían y pocos quisieron escuchar.
La disolución del ANDIS no es el final: es el comienzo.

Si hoy el ajuste se descarga sobre las personas con discapacidad, mañana será sobre otros sectores aún más amplios. El modelo no busca ordenar la economía, busca achicar derechos, licuar responsabilidades y naturalizar la exclusión.
La pregunta ya no es técnica ni económica. Es moral y política: ¿qué hemos hecho como argentinos para permitir que el ajuste se lleve puesta la dignidad humana? ¿Hasta cuándo vamos a mirar para otro lado mientras el Estado abandona a quienes más lo necesitan?
Porque cuando un país decide ajustar sobre los más vulnerables, no solo entra en quiebra económica: entra, sobre todo, en quiebra ética. Y esa deuda, tarde o temprano, se paga.